"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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24-05-2010 |
Mariana Contreras
La esquizofrenia institucional
Dibujo Ombú
El relato de varios funcionarios del inau sobre los vicios, burocracias y malas gestiones, desidias y corruptelas o desinteligencias absolutas a la hora de designar los cargos y establecer concursos, arma un fresco que delata para algunos que a la institución hay que “cerrarla y dar un golpe de Estado”. Otros sostienen “que los funcionarios se institucionalizan e inmediatamente ven a los chiquilines como los pichis” que están del otro lado de la reja. Nada ni nadie parece quedar a salvo en una institución que con una mano levanta el Código y con la otra confirma lo que todos anotan: la existencia de un gran monstruo enfermo que, como Saturno en el cuadro de Goya, se devora a sus hijos, esos que supuestamente debe proteger.
A dos meses y medio de asumir el nuevo gobierno, el inau no tiene designadas a sus autoridades. No hay danza de nombres. Los funcionarios de la institución están a la espera. El Comité de los Derechos del Niño y las organizaciones no gubernamentales que trabajan en convenio con el inau emitieron un comunicado en el que dejaron ver su preocupación por la “lentitud que nuevamente ha tomado la cuestión de la designación de direcciones y cargos en áreas prioritarias y estratégicas desde donde se desarrollan y deciden las políticas para la infancia en el país”. Nuevamente, dicen, porque en el período anterior sucedió lo mismo.
El directorio, de tres miembros, quedó con dos integrantes luego del alejamiento de Cristina Álvarez: Jorge Ferrando y Nora Castro, su presidenta, que está esperando el reemplazo para dedicarse a la vicepresidencia de la anep.
Los funcionarios entienden lógica la demora: quién querría asumir la responsabilidad de dirigir una institución que se presenta ingobernable, viciada y corrompida hasta perder aquel norte sagrado que es la proteccion de los más chicos.
Al inau hay que “cerrarlo o ser capaz de dar un ‘golpe de Estado'” , piensan muchos. Lo dicen sabiendo que hay proyectos que, claro que sí, son exitosos; y sabiendo que hay funcionarios comprometidos con la tarea en todas las áreas. Pero el problema es más profundo, aseguran. Esta nota rastrea, a través de la mirada de funcionarios actuales y en retiro y de otros vinculados al inau por convenios, cuáles son –y cómo surgen– esos “vicios” que lesionan la estructura y el funcionamiento del inau y lo colocan “en un lugar de estiércol del que no logra salir”.
Y LA FAMA ES PURO CUENTO... En el inau“los funcionarios están tan institucionalizados como los niños”, dice a Brecha una funcionaria que hace 20 años trabaja allí. Se generan vicios y roscas para “hacer o no hacer, para ir o no ir” que, “en aras de la convivencia”, nadie denuncia. Y que los jefes –coinciden varias voces–, quizá por una inercia que viene de lejos, cómplices u omisos, tampoco reprueban. Entonces puede suceder que un niño necesite su medicación pero el funcionario que la tiene bajo llave no esté. Se fue durante su turno. Nadie sabe a dónde, nadie sabe por qué. Y nadie sabe cuándo volverá. Puede suceder, también, que un funcionario firme sistemáticamente el libro de llegada a cierta hora pero aparezca varias horas más tarde por la oficina (éstos se cuentan por montones); o que otro se vaya de una reunión en la que se está definiendo el futuro de un niño “porque se terminó mi horario”. O que se haga una licitación para obtener calzado y que cuando se abran las cajas los championes de tela estén raídos e inservibles, o que un adolescente de 16 años que solicita amparo a la institución ante la violencia de su padre termine prácticamente como victimario, trasladado por varios centros del país sin que se dé aviso a su madre, sin que haya un “papel” que explique su trayectoria en la institución, sin que nadie lo contenga o le explique qué sucede, sin que nadie lo ampare. En ese mar de hastío, las jerarquías están hoy deslegitimadas para señalar y cambiar rumbos, producto del acomodo que durante años primó a la hora de acceder a los cargos y de la distancia que los cargos de gestión tienen con la realidad.
EL DÍA QUE JUGARON AL ACHIQUE. Hubo un tiempo en que los funcionarios estaban consustanciados con su trabajo, tenían la “camiseta” puesta, recuerda hoy Socorro García,* que estuvo 38 años en la institución hasta su retiro en 2008. “Queríamos estar, había lealtades y también había discrepancias dentro de la lealtad”, dice, a sabiendas de que hoy ya no es así. El compromiso por el proyecto colectivo se rompió. O lo rompieron.
La inercia y el desgano y la falta de una política de recursos humanos tienen su explicación en múltiples dimensiones, dice. Por un lado, el alejamiento de la realidad cotidiana por parte de quienes están en los cargos de gestión dificulta la comprensión de las transformaciones sociales y su impacto en la institución. Las nuevas formas de violencia, la aparición de la pasta base, la inseguridad, crean una incertidumbre que se expresa en el día a día. Miedos y tensiones de los funcionarios que se contradicen con el discurso de protección que da sentido a la institución. Los funcionarios lidian en cada turno en una institución donde difícilmente haya tiempo para pensar, porque todo el tiempo deben actuar. No se estimula la capacitación. Si un funcionario quiere hacer un curso de formación (incluso en el propio centro de formación del inau, cenfores) luego debe recuperar las horas que destinó a ese curso. Tampoco se lo protege de un trabajo que, en muchos de los sectores, comporta niveles de estrés y frustración excesivamente altos.
Pero todo viene de larga data, desde el segundo gobierno de Julio Sanguinetti. El directorio de ese período decidió acompañar la propuesta de reforma del Estado que suponía otorgar incentivos económicos para el retiro, aun sin causal jubilatoria. No hubo una salida de funcionarios atendiendo las necesidades del inau, no se pensó en qué áreas ni qué cargos debían ser eliminados y cuáles no. Ni qué funcionarios no deberían haber sido incentivados o cuáles eran necesarios. El desbande fue generalizado: “No hubo, ni la hay hoy, una política de incentivos para el retiro en el marco de una política de recursos humanos”, considera García y coinciden otros funcionarios. La consecuencia fue la huida de una generación entera que se llevó consigo el conocimiento acumulado, la memoria de la institución.
A los funcionarios presupuestados se les sumaron otros eventuales y contratados (hoy 60 por ciento de los funcionarios están en esta situación); algunos cargos vacantes luego de la estampida no se cerraron sino que fueron ocupados –cambio de nombre mediante– por personal con menos experiencia. Fue también la época en que se fomentó la llegada de las ong a través de convenios. Las encargaturas –cargos de mediana y alta jerarquía que por definición son transitorios e interinos– se convirtieron en puestos fijos a los que se accedía por designación directa, tema de permanente conflicto con el sindicato.
A una carrera funcionarial ahora deshecha se sumaron las transformaciones culturales que trajo el neoliberalismo (la primacía de lo individual por sobre el trabajo colectivo entre ellas), que también dejaron su marca: la pérdida de espacios de discusión contribuyó a una fragmentación que dura hasta hoy. La ruptura de la carrera trajo también disparidades en los sueldos, compensaciones salariales que existen para algunos funcionarios pero no para otros...
Con esa larga lista se forma un cóctel que hace rato explotó en el rostro de las autoridades en forma de desgano, desconfianza y trampas a la gestión, reforzadas por cada administración, cuyas pequeñas reformas no traen más que incertidumbre.
EL REMEDIO Y LA ENFERMEDAD. “Creo que hay gente que no problematiza el para qué estamos haciendo”, opina una funcionaria: “Vienen, cumplen un horario, y si son señalados por alguna falta, se enferman. Es clásico que te digan ‘mañana no vengo porque me enfermo'. Y se certifican por una semana”. En el inau “la esquizofrenia institucional es importante”, dice ahora un funcionario vinculado desde hace muchos años a través de una ong y que en enero ingresó, por concurso, a un centro que trabaja con chiquilines privados de libertad: “Hay gente que aún no entendió el nuevo paradigma, el nuevo Código. En el Semeji** muchos funcionarios siguen pensando que los menores son chatarra; y no me refiero sólo a los viejos funcionarios”. Es que el nivel de institucionalización es tan perverso que “es de rápido contagio. Hay quien entró conmigo y se encontró con ese otro funcionario adiestrado en la idea de que los gurises son ‘los pichis' y se adhirió a esa lógica: de la reja para acá estoy yo, para allá están los pichis, y no hacen nada. Las 12 horas las cumplen haciendo la plancha”; lo dice al tiempo que asume que “la gente fue al concurso con cierta esperanza de aportar algo. Cuando se pedían méritos hacían jugar sus profesiones. Tengo compañeros que son profesores de educación física pero están en la tranca, manejando llaves, no pueden hacer ni siquiera una vez a la semana una actividad física con los chiquilines. No son reconocidos en tanto docentes”.
El Frente Amplio llegó con el desafío de armar una estructura funcionarial acorde a las necesidades del instituto. ¿Cuál fue el avance en los pasados cinco años? La administración de Víctor Giorgi llamó a concurso a buena parte de las encargaturas. Lo hizo atendiendo a un acuerdo que el sindicato había logrado con la anterior administración. El gran mérito de la gestión, coinciden varios funcionarios, es haber intentado legitimar a los funcionarios en sus cargos, a los que hasta ahora se accedía frecuentemente por designación directa. Sin embargo los resultados no son del todo exitosos.
Fueron habilitados a participar en los concursos funcionarios efectivos del inau, pero también los eventuales y contratados porque el sindicato entendió injusto que “habiendo gente muy capaz entre ellos, y teniendo en cuenta que la Convención manda que la atención de los niños sea realizada por “los más calificados”, quedaran afuera, explicó Carlos Fonsalía, psicólogo que hasta su retiro en diciembre de 2009 ejerció como director del Departamento de Psicología (fue también uno de los delegados sindicales en las negociaciones previas). Para él, los concursos generaron ansiedad a todo nivel, pero lejos estuvieron de crear el “caos” y el ambiente de “quermese” que otros funcionarios percibieron: “Distrajo un poco de energía, ¿pero qué otra forma había de emprolijar una gestión previa que había sido nefasta?”.
Para otros, la administración abrió llamados sin establecer de antemano perfiles que determinaran qué era lo que se necesitaba en cada uno de los cargos, facilitando que la gente aspirara a funciones muy disímiles. García, que participó en varios tribunales de concurso, algunos de ellos para la designación de jefes departamentales, recordó a Brecha que fue el propio tribunal el que determinó a qué aspectos se le daría mayor relevancia y puntaje. Pero los criterios podían variar de un tribunal a otro. En aquella oportunidad se propuso, y el tribunal aceptó, que el concurso contara con una instancia de diagnóstico psicolaboral, pero el directorio de la institución no aceptó la propuesta. Tampoco hubo un criterio que estableciera límites a la presentación de los funcionarios. Y si un funcionario ganaba en un lugar hoy y mañana en otro, estaba en su derecho de abandonar un cargo y pasar al siguiente sin que primara la necesidad de la institución por sobre la de la persona.
Sólo en el centro entrevistado por Brecha ya renunciaron cuatro funcionarios de los que ingresaron al comenzar el año y otros 13 están con licencia médica. A medida que unos salen, entran los que no pasaron la prueba, explicó el funcionario. De los seis coordinadores necesarios (uno por turno) sólo hay dos, y de los dos coordinadores generales (uno para el día y otro para la noche) no hay ninguno. Desde enero el centro en cuestión ha tenido cuatro directores. Esta carencia no redunda en otra cosa más que en un desgaste excesivo de quienes trabajan.
“En política se legisla cuando el problema está instalado”, piensa este funcionario. “El nivel de jóvenes que hay en los centros del semeji es cada vez más complicado. El deterioro y la vulneración de derechos son mayores cada vez. Hay que instalar la reflexión sobre qué nos pasa como sociedad. Si no, no tiene solución. Las autoridades realmente sienten que están haciendo lo imposible, pero se desgastan en lo operativo. No hay tiempo para pensar”, dice, a la vez que reclama una mayor sinergia entre el saber académico y profesional del inau y quienes tienen la experiencia práctica y cotidiana en los lugares de trabajo, en el vínculo con los niños y adolescentes. Aunar fuerzas entre aquellos que confían en el nuevo paradigma –que la izquierda ha intentado imponer, reconocen los entrevistados– pero haciéndole frente a décadas del “lo mismo da”, que caló hondo en el quehacer cotidiano de la institución. n
* Asistente social con una larga carrera en la institución. Finalizó la misma siendo directora de la Unidad de Auditoría de Atención de Infancia y Adolescencia de la Auditoría Interna de Gestión.
** Sistema de Ejecución de Medidas a Jóvenes en Infracción.
La participación de padres, trabajadores y chiquilines
No, no, y a eso también no
“No hay posiblidad de cambiar el inau si no es con la participacion real de la gente”. Quien lo dice es Carlos Fonsalía, que ve en este tema uno de lo debes de la pasada administración: “Faltó hacer una apuesta fuerte a la participacion de los trabajadores y los chiquilines, en serio. Es una batalla dura porque hay otros intereses que se oponen, porque se la asocia con cogestión y hay sectores a los que no les sirve; eso también tiene que ver con problemas de gestión”.
Durante la pasada administración un grupo de familiares de adolescentes internados en la Colonia Berro intentó –y sigue intentando– participar de la realidad de sus hijos a través de diversas propuestas que acercaron a las autoridades. A instancias de uno de los asesores del director de Semeji, Jorge Jouroff, tuvieron varias reuniones durante un mes y medio. Pero las mismas se suspendieron sin explicación. También mantuvieron encuentros con el Mides. En ellos presentaron propuestas acerca de aspectos a mejorar en la vida cotidiana de los chiquilines. “De ahí a que sea un trabajo conjunto es otra cosa”, dijo a Brecha Bettina Salas, quien trabaja en El Abrojo y fue invitada por los familiares a las reuniones. Una de las propuestas fue instalar teléfonos públicos en los centros. Antel respondió que debía tener el visto bueno del inau, pero éste nunca respondió. Tampoco respondió al pedido de informar a los padres sobre qué tratamientos y medicación se les da a sus hijos. Se respondió, en cambio, aunque de forma negativa, a la propuesta de colaborar con la limpieza e higiene de algunos centros donde es sabido existen problemas. Los padres se ofrecieron a limpiar, a pintar, involucrando a los chiquilines como forma de comprometerlos con el mantenimiento, pero las autoridades no avalaron su entrada a los predios.
El grupo de familiares también insistió largamente con las denuncias sobre aspectos de la vida cotidiana de los menores: su alimentación, su vestimenta, la falta de higiene, la presencia de ratas, las celdas que se inundan, las 22 horas diarias de permanencia en la celda, y también sobre los malos tratos del ex director del hogar ser, que finalmente fue separado del cargo, aunque los familiares nunca supieron si su denuncia influyó en algo ya que nunca les contestaron. n
Carlos Fonsalía
Último remedio
Se transcriben aquí algunas reflexiones de quien fuera director del Departamento de Psicología del inau hasta diciembre de 2009 (y cuyo nombre en algún momento sonó como posible director de la institución):
* Creo que no hubo coraje político para hacer algo que no es muy difícil: cumplir la ley, aplicar la norma. El directorio arrancó muy bien, con una visión garantista de su misión, sólo que después quedó como enredado en el tironeo y cayó en un doble discurso en la práctica. Ir en contra de la mayoría de la opinión pública es difícil. ¿Qué es lo que piden? Al menos a nivel latente: que se aplique la ley del talión. Hay un discurso adjunto de recuperar, pero lo que predomina es ojo por ojo, diente por diente. No hay muchos que se animen a hablar de que hay que voltear a estos botijas pero es un sentimiento que está. Y hay que ir en contra de eso. Hay que salir a hablar, y explicar no es fácil.
* Los ex directores Uriarte y Mateo no se animaron a cuestionar las bases del problema. Ninguno dijo esto no sirve, vamos a ver qué dice la norma y vamos a instrumentar una organizacion y una estructura para cumplir con la norma. Al ser lo están por cerrar desde el motín del 14 de abril de 2005. Y todavía siguen gastando plata para hacer más rejas...
Despues está la teoría, que creo que tanto Uriarte como Mateo la tienen, de reducir el nivel de violencia de encierro, hacer una cárcel buena. Yo creo que no va por ahí la cosa.
* Lo primero que hay que aceptar es si estamos o no de acuerdo con el Código, con la Convención, que afirman que la privacion de libertad tiene que ser el último recurso, y si no hay más remedio, debe ser por el menor tiempo posible. Y en el caso de que haya que hacerlo hay que fundamentar muy bien ¿Estamos de acuerdo? Si estamos de acuerdo vamos a cumplirlo. Y a denunciar al que no lo cumple. Eso es medular.
* Si no hay más remedio que privarlos de libertad, hay que asumir el costo que significa en una personalidad en desarrollo la privación de libertad. Hay que preguntarles a los compañeros que estuvieron presos si eso incidió o no en su forma de sentir y de ver el mundo, imaginate en un adolescente. Si estamos de acuerdo realmente vamos a desarrollar políticas reconociéndolo. Después hay que tratar de que no se vaya, porque la privación de libertad implica que no se puede tomar un ómnibus para ir a ver a la novia. No puede. Ahora, esa función no la tiene que cumplir el educador. Si el educador es al mismo tiempo educador y llavero... pasa lo que pasa siempre.
* En el presupuesto anterior se votó un dinero para que la Policía tuviera un plus salarial para que se dedicara sólo a eso. No se pudo instrumentar. Se llegaron a hacer entrevistas de selección de policías. Por un lado había problemas internos, conflictos interministeriales; lo cierto es que la cuestión de seguridad, que en mi opinión tiene que estar exclusivamente en manos del Ministerio del Interior, no de los educadores, no se pudo armar. Entonces, claro, tenés un policía que va a trabajar después de 12 horas de 222 y no le pidas que esté con los ojos abiertos.
Fuente: http://www.brecha.com.uy/index.php/sociedad/3309-el-inau-visto-por-funcionarios
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